
Además, el acto de evacuar involucra el estímulo de otra vía nerviosa, el nervio pudendo, que también participa en las sensaciones de placer y en el control de los esfínteres.
Es por eso que algunas personas describen el momento posterior a una evacuación como “relajante”, “placentero” o incluso como una “mini liberación”.
El papel del nervio vago y la respuesta fisiológica del cuerpo
Según comentó la médica Cynthia Taylor Chavoustie, el nervio vago recorre todo el trayecto desde el cerebro hasta el colon. Durante una deposición, la contracción de los músculos abdominales y rectales es seguida por una fase de relajación.
Es en ese momento en el que el sistema nervioso parasimpático —encargado de inducir calma— entra en acción. Este proceso puede generar una leve baja en la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la actividad simpática general, lo que provoca una sensación de reposo inmediato.
Esta respuesta fue estudiada en condiciones clínicas, como el llamado “reflejo vasovagal”, que en casos extremos puede incluso llevar al desmayo, pero en situaciones normales solo genera esa sensación reconfortante que muchas personas experimentan tras ir al baño.
Muchas personas se relajan a la hora de ir al baño. Foto:iStock
Desde el punto de vista psicológico, el alivio tras defecar también responde a la eliminación de una incomodidad previa. La urgencia intestinal puede generar ansiedad, irritabilidad y tensión muscular.
Cuando finalmente se libera esa carga, el cerebro interpreta el proceso como una recompensa: la presión desaparece, el malestar se disipa, y se activa un pequeño circuito de placer vinculado al sistema dopaminérgico.
En entornos privados como el baño, muchas personas también encuentran un espacio de intimidad y desconexión. Ese contexto, sumado al alivio físico, potencia aún más la sensación de relajación.
La textura, el color, el olor y la frecuencia de las evacuaciones también ofrecen señales valiosas sobre su salud digestiva.
Según el sistema de clasificación Bristol Stool Form Scale, una deposición saludable es de forma cilíndrica, blanda y fácil de expulsar sin esfuerzo excesivo.
Cualquier alteración persistente en estos parámetros —como heces muy duras, acuosas, negras o con sangre— debe ser evaluada por un especialista.
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