
viernes 25 de julio de 2025
En Happy Gilmore 2 (2025), Adam Sandler regresa a un personaje que no solo marcó su carrera, sino que también definió una época de la ‘nueva comedia americana’. La película, que sigue la estructura deportiva y efectiva de su predecesora, nos presenta a un Happy Gilmore de 58 años, un ídolo caído en desgracia. Tras un trágico accidente en el que mata a su esposa de un pelotazo, pierde su fortuna, se entrega al alcohol y vive una vida modesta en un barrio marginal junto a sus cinco hijos adolescentes. La única esperanza para su familia es que él regrese a las canchas para financiar la carrera de bailarina de su hija.
La primera película revolucionó el golf, un deporte asociado con las élites, al inyectarle una dosis de incorrección política y humor descarado. En esta secuela, el escenario es diferente. La renovación no viene de Happy, sino de un joven empresario que busca modernizar el deporte a través de su plataforma Maxi Golf, la cual incluye streaming, DJs y estética de videojuegos. Este nuevo desafío obliga a Happy a reposicionarse: ahora será el defensor del golf con el espíritu rebelde que él mismo encarnó en el pasado. El filme explora un interesante choque de generaciones, donde el protagonista debe reconciliar su legado con la nueva ola de deportistas.
La trama sigue la clásica estructura narrativa del film deportivo: un héroe caído en desgracia debe recuperar su mejor forma a fuerza de entrenamiento, autodeterminación y, por supuesto, la ayuda de un entrenador emblema. Por supuesto deberá superar obstáculos y tendrá su momento de recaída (en el juego y en el alcohol) para luego levantarse y alcanzar el triunfo personal.
La película cuenta con un elenco repleto de estrellas, con cameos de Julie Bowen, Christopher McDonald, Ben Stiller, y figuras del deporte como John Daly y Rory McIlroy, además de la participación del popular trapero Benito Antonio Martínez Ocasio. Aunque estos aportes son divertidos y añaden momentos de lucidez, el film se pierde en el intento de darles protagonismo a todos, resultando un tanto despareja y con el foco principal diluido. La cantidad de personajes secundarios es tal que la historia se dispersa, afectando el ritmo y la coherencia del relato.
Happy Gilmore 2 no pretende superar a su predecesora. Por momentos, se desorienta en su estilo posmoderno al mezclar referencias de distintas épocas, hits musicales y hábitos generacionales, pero en su esencia, funciona como un cálido reencuentro para los fanáticos del film original. Adam Sandler logra conectar nuevamente con el espíritu nostálgico y al final, eso es lo único que importa. Para quienes crecieron con Happy Gilmore (1996), esta secuela llega como un recordatorio afectuoso del pasado. Y con eso, le alcanza.