
Es casi imposible desligar el deporte de la política y menos, naturalmente, de la sociedad. Estamos empapados de la inercia del pensamiento occidental. Si Rusia toma una decisión bélica, se le excluye de los Juegos Olímpicos. Pero no se actúa así si Israel ataca a Palestina y ejerce sevicia, o parece tan natural, imperceptible, impensable, que EU penetre con sus botas militares y arroje bombas a Irak, Afganistán, Corea, Japón, Vietnam…, y jamás se le excluya de los JO.
El pretexto para invadir Irak fue que poseían armas de destrucción masiva. Una forma que explica y satisface la hipocresía y el cinismo; maniqueísmo que disuelve el arrepentimiento ético y moral en alas del Enola Gay, pero que no se justifica. Lo que en otros es maldad, perversidad, en ellos es virtud, bondad. “Yo sí puedo, ¡tú no! Nosotros sí, ustedes no”.
Este criterio tan elástico y “transparente” ocurre en el deporte en conexión con otros elementos. Es cierto, el punto o tema del dopaje es de lo más complejo. Ahora dopaje se acompaña del vocablo delito. Se empuja a los atletas a la conquista de metas cada vez más difíciles, más allá de lo que pueden alcanzar con el entrenamiento, la tecnología, con la suma artificial más eficaz del auxilio inescrupuloso de la bio-química-médica del empleo de estimulantes prohibidos y difíciles de detectar.
Algunas victorias rompen las reglas del deporte. Y las sanciones no se aplican por igual. Para algunos comunicadores, el dopaje es, de hecho, tabú. En 2015, en la Universidad de Bruselas, en un análisis detallado sobre el dopaje, se deslizó la expresión: “Sin recurrir a las tecnologías o a los productos de mejoramiento, existen muy pocas posibilidades de que un atleta rompa, en un futuro cercano, los 10”49 de Florence Griffith Joyner en los 100 m. en (1988) o que un ciclista haga un «crono» superior a los 36 minutos 45 segundos de Marco Pantani en la subida a la montaña Alpe d’Huez (1997)”.
Tras las resonantes victorias del italiano Jannik Sinner y la polonesa Iga Swiatek en Wimbledon, el periodista inglés Oliver Charles Holt, diplomado en la Universidad de Gales, jefe de Deportes del Daily Mail, recordó que ambos dieron positivo por dopaje y que no debió permitírseles jugar en la catedral del tenis. Ironizó: “Tras vencer a Carlos Alcaraz en cuatro sets nos dijeron que, además de admirar su tenis, también deberíamos admirar su fortaleza al reponerse de la sanción.
Algunos, con humor, hablaron del calvario que había afrontado”. En el cuerpo de Sinner se encontró Clostebol, conocido como 4-clorotestosterona, y en el de Swiatek, Trimetazidina, que mejora la resistencia física. La Agencia Internacional de Integridad del Tenis dio a conocer el positivo de Sinner en marzo de 2024. Ambos debieron recibir una sanción de dos años.
A Sinner lo suspendieron del 9 de febrero al 4 de mayo. Algo singular, arlequinesco: Sinner explicó que dio positivo porque su masajista, Umberto Ferrara, lo roció con un aerosol que lo contaminó. Cuando se detectó el positivo se desprendió de su preparador físico como las lagartijas de su cola. Pero, anteayer miércoles, ¡recontrató a Ferrara!
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