
Por primera vez en su historia, los Premios Sur cruzaron la General Paz para hacer pie en el interior del país. No fue un gesto simbólico ni una mudanza caprichosa, sino una toma de posición. El 23 de julio, el Teatro del Libertador General San Martín de la ciudad de Córdoba se convirtió en sede de una gala que, más allá de los premiados, marcó un punto de inflexión en la manera en que el cine argentino piensa su propia territorialidad.
A las nueve de la noche, bajo las luces de uno de los coliseos más imponentes del país, comenzó una ceremonia que ya se había inscripto en la historia por la sola elección de su escenario. La alfombra roja recibió a figuras del espectáculo nacional, entre ellas Guillermo Francella, Juana Viale, Fernán Mirás, Inés Estévez, Delfina Chaves, Toto Ferro, Marcelo Subiotto, Brenda Gandini, Elena Roger, Luis Ortega, Agustín Sullivan, Micaela Riera, Sabrina Farji y Mariano Torre, entre muchas y muchos otros. Pero la protagonista de la noche fue, sin dudas, la decisión política de descentralizar la celebración del cine argentino.
Con la conducción de Andrea Frigerio y Martín Bossi, y una transmisión en vivo a través de TNT y HBO Max, la gala funcionó al mismo tiempo como vitrina y como declaración. El cine argentino no es exclusivo del Obelisco hacia adentro. Córdoba, con sus políticas públicas de fomento, su infraestructura y su comunidad creativa, encarna esa otra forma posible de producción cultural.
El gobernador Martín Llaryora y el intendente Daniel Passerini acompañaron la ceremonia, junto al presidente de la Academia, Hernán Finding, en un acto institucional que puso el cuerpo y el gesto a la voluntad de federalización. La música fue otro guiño a la geografía local. Sonaron Los Caligaris, Eruca Sativa y Jairo, que interpretó su tema “Volver a vivir” durante el In Memoriam y le dio un cierre emocional a esa secuencia cargada de recuerdos.
Entre los premios, El Jockey de Luis Ortega se consagró como gran ganadora de la noche. Obtuvo los reconocimientos a mejor película de ficción, dirección, guion original —junto a Fabián Casas y Rodolfo Palacios—, actor protagónico para Nahuel Pérez Biscayart, actor de reparto para Daniel Fanego, y varias menciones técnicas como dirección de arte, vestuario, maquillaje, música original, fotografía y sonido. No fue una sorpresa, pero sí una ratificación del impacto narrativo y estético que la película generó desde su estreno en el Festival de Venecia.
Otro de los focos estuvo puesto en Alemania, ópera prima de María Zanetti, que se llevó los premios a mejor actriz protagónica —Maite Aguilar—, actriz de reparto —María Ucedo— y actriz revelación, también para Aguilar, consolidando su lugar entre las voces emergentes del nuevo cine argentino.
La entrega del Premio a la Trayectoria a Guillermo Francella, y de los Premios de Honor a Eugenio Zanetti y Diana Frey, articuló pasado y presente en un gesto que permitió reconocer tanto a quienes construyeron caminos como a quienes los transitan hoy.
Pero más allá de las estatuillas, lo que se celebró en Córdoba fue la potencia simbólica de descentralizar la cultura. Animarse a pensar un cine nacional que no esté geolocalizado en el AMBA, que reconozca otras cartografías, otras formas de narrarse, otros acentos. La elección de Córdoba no fue apenas una postal ni un gesto folklórico. Fue una apuesta estratégica por reconfigurar el mapa del audiovisual argentino en un contexto político signado por los recortes presupuestarios y el vaciamiento institucional.
En un año atravesado por fuertes cuestionamientos a las políticas culturales del gobierno nacional, con presupuestos congelados, despidos en el INCAA y una incertidumbre sostenida sobre el futuro de la producción independiente, la ceremonia funcionó también como un acto de resistencia. Una afirmación de comunidad frente al desmantelamiento.
Pasadas las once y media de la noche, cuando se apagaron las luces del Libertador y las cámaras cerraron transmisión, quedó flotando en el aire una sensación que excedía el espectáculo. Algo había cambiado. Y no fue solo el código postal. Fue, quizás, el modo en que el cine argentino comienza a pensarse a sí mismo. Como una práctica federal, colectiva y en disputa.
Ganadores
Mejor Película de Ficción: El Jockey de Luis Ortega
Mejor Dirección: Luis Ortega – El Jockey
Mejor Guion Original: Fabián Casas, Luis Ortega y Rodolfo Palacios – El Jockey
Mejor Guion Adaptado: Leonel D’Agostino y Paula Hernández, por El Viento que Arrasa (basado en la novela homónima de Selva Almada)
Mejor Actor Protagonista: Nahuel Pérez Biscayart – El Jockey
Mejor Actriz Protagonista: Maite Aguilar – Alemania
Mejor Actor de Reparto: Daniel Fanego – El Jockey
Mejor Actriz de Reparto: María Ucedo – Alemania
Mejor Actor Revelación: Pehuén Pedre – Simón de la Montaña
Mejor Actriz Revelación: Maite Aguilar – Alemania
Mejor Ópera Prima: Alemania de María Zanetti
Mejor Película Documental: Partió de mí un Barco Llevándome de Cecilia Kang
Mejor Serie de Ficción: Coppola, El Representante
Mejor Película de Animación: Gigantes, una aventura extraordinaria de Gonzalo Gutiérrez
Mejor Dirección de Fotografía: Timo Salminen – El Jockey
Mejor Dirección de Arte: Julia Freid y Germán Naglieri – El Jockey
Mejor Diseño de Vestuario: Beatriz Di Benedetto – El Jockey
Mejor Maquillaje y Caracterización: Ángela Garacija – El Jockey
Mejor Montaje: Jimena García Molt, Hernán Rosselli y Federico Rotstein – Algo Nuevo, Algo Viejo, Algo Prestado
Mejor Música Original: Sune Rose Wagner – El Jockey
Mejor Sonido: Guido Berenblum, Claus Lynge y Javier Umpiérrez – El Jockey
Mejor Película Iberoamericana: Aún estoy aquí de Walter Salles (Brasil)