
Hay algo refrescante en esta nueva entrega del UCM. En tiempos de agotamiento superheroico, de fórmulas recalentadas y cameos sin historia (y por capricho), Los Cuatro Fantásticos: Primeros pasos (The Fantastic Four: First Steps, 2025) propone una vuelta a lo esencial: contar una buena historia con personajes sólidos y una estética propia. No hay necesidad de forzar apariciones de otros héroes, ni de entregar una ensalada intertextual que obligue al espectador a ver diez series previas para entender qué está pasando, como solía ocurrir hasta hace poco. Acá se arranca desde cero, con claridad, con calidez y con una identidad visual y sonora que se luce.
La película parte de un estilo audaz y fiel al material original: un entorno retrofuturista que parece salido de Los Supersónicos. Los tonos pastel, las líneas curvas, los autos voladores, los trajes… todo remite a una nostalgia pop que conecta directamente con las primeras páginas dibujadas por Jack Kirby, a quien la película homenajea. Su legado es parte del ADN visual del film. Esta vez, el artificio no es solo decorado: es lenguaje.
Dentro de ese mundo, la química del elenco es fundamental. Pedro Pascal le pone todo su magnetismo a Reed Richards, en una versión mucho más afectiva y menos arrogante del personaje que en otras adaptaciones. Vanessa Kirby vuelve a sumergirse en las aguas emocionales de la maternidad, como en Fragmentos de una mujer (Pieces of a Woman, 2020), y le da a Sue Storm un peso dramático que escapa al simple rol de heroína. Joseph Quinn —ya estrella post-Stranger Things— nos divierte como Johnny Storm, recuperando la chispa rebelde del cómic, pero también dotándolo de ternura. Y Ebon Moss-Bachrach —el cousin de The Bear— convierte a Ben Grimm en una parte fundamental de las emociones del grupo. Su Thing es vulnerable y tiene algunas de las mejores líneas de la película.
Desde lo narrativo, el guion apuesta por una historia directa, sin excesos, con cuotas de humor, tensión precisa y un desarrollo coherente. No reinventa nada ni sorprende, pero lo cuenta con mucha gracia. Aun así, hay momentos previsibles, resoluciones algo fáciles y un villano que podría haber tenido aún más peso terrorífico (está muy bien logrado físicamente, pero queda a mitad de camino como amenaza real). También hay errores notorios —y sorprendentes— en los efectos visuales, sobre todo en el CGI del bebé, el hijo de Sue y Reed, que en una escena central desconcentra por completo. Pero nada de esto derrumba lo que la película consigue: posicionarse como una carta de presentación atractiva y moderna. Es una historia clásica, sin grandes giros, pero efectiva.
La historia de Los Cuatro Fantásticos en el cine fue, hasta ahora, una seguidilla de tropiezos. La versión de 2005 dirigida por Tim Story y su secuela en 2007 nunca lograron capturar la esencia del cómic. El reboot de 2015, dirigido por Josh Trank, fue un desastre creativo y comercial que dejó la marca completamente enterrada. Esta nueva versión, en cambio, sacude el polvo y decide ir por otro camino gracias a un combo efectivo. No intenta modernizar a los personajes forzadamente ni hacerlos oscuros: los entiende desde su origen. Stan Lee y Jack Kirby los pensaron como una familia de aventureros, científicos y exploradores que, antes que superhéroes, eran personas. Y eso es lo que logra esta entrega: volver a las raíces, volver a los vínculos, volver a la humanidad.
En lo estético, la película brilla. La dirección de arte y la fotografía trabajan para construir una coherencia visual que no solo embellece, sino que define al universo. Por otra parte, la música de Michael Giacchino —quien también fue el compositor de Los Increíbles— es clave. Los guiños con aquella película de Pixar son evidentes: familia, poderes, retrofuturismo, y una banda sonora vibrante. El paralelismo no es casual.
Las dos escenas postcréditos son significativas. La primera, con fuerte carga narrativa, se conecta directamente con lo que será Avengers: Doomsday, el tanque del UCM para el cierre de 2026. Esto despierta una pregunta fundamental: ¿cómo se integrará este estilo tan particular con el resto del universo? ¿Qué pasará cuando este aire de historieta clásica choque con héroes más oscuros con otra estética? Por otro lado, la segunda escena es un guiño al origen de estos superhéroes.
La película funciona como aventura familiar, como relato iniciático, y como pieza con valor propio dentro del enorme rompecabezas del deslucido UCM post Avengers: Endgame (2019). Justamente por eso, también se abre una inquietud: en una era donde lo inmediato manda, y donde el público ya no tiene la paciencia que tenía en la época pre-pandemia, ¿es arriesgado hacer esperar tanto para una continuidad? ¿El espectador deberá ver lo nuevo de Marvel para ir conectando el universo? ¿No se corre el riesgo de que, para cuando llegue una próxima entrega y con todo lo que habrá que ver, el interés se diversifique?
Más allá de esos interrogantes, Los Cuatro Fantásticos: Primeros pasos es, sin dudas, lo mejor que le pasó al UCM en mucho tiempo. Desde WandaVision no se veía una apuesta estética tan firme, tan prolija y tan bien ejecutada. Su identidad es indiscutible. Queda mucho por recorrer, claro. Pero si el futuro empieza acá, al menos empieza con un buen primer paso.