
En un ambiente cargado de concentración, respeto y respiraciones profundas antes del saludo, Shantal Heredia volvió a escribir su nombre en lo más alto del karate estadounidense. Cuarto oro nacional consecutivo. Cuatro temporadas seguidas dominando en kata. Y, sin embargo, su expresión no hablaba de gloria. Hablaba de equilibrio.
“Cada vez que subo al podio, me acuerdo de por qué empecé. No se trata de demostrarle nada a nadie, es un compromiso conmigo misma… con lo que construyo todos los días”, dice, todavía con el cuerpo en modo competencia, pero con la mente puesta en todo lo demás: su equipo, su dojo, sus alumnos.
Shantal no es solo atleta. Es guía, estratega, compañera y sensei de un sistema que transforma desde adentro. A sus 21 años, lidera el Florida Karate Clubs con la serena determinación de quien entiende que el alto rendimiento no está reñido con la formación consciente.
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Es atleta activa, sí, pero también entrena, planifica, corrige y acompaña. No desde una tarima, sino desde el tatami, cronómetro en mano, observando cómo cada uno de sus alumnos interpreta el kata como si fuese un idioma propio.
Ese mismo día en el campeonato, no solo ella brilló. Israel Rodríguez clasificó como #1 en kata categoría 12-14 y aseguró su lugar en el equipo que representará a Estados Unidos en los Panamericanos de Paraguay.
Milán Delfino, con apenas 10 años, ganó en kumite sin recibir ni un punto en contra y fue seleccionado como reserva en kata. Isabella Sánchez, por cuarto año consecutivo, fue número uno en su división juvenil. Todos entrenados por ella. Todos parte del mismo sistema que Shantal ha venido afinando con la precisión con la que se ajusta un kata antes de una final.
“No es magia. Es trabajo. Es repetir, pero con sentido. Es enseñarle al atleta a pensar, a sentir, a entender que el cuerpo se mueve cuando la mente está en paz”, explica.
Lo dice con la serenidad de quien ha pasado por todas las etapas: desde ser la niña que entrenaba en Coro, Venezuela, hasta convertirse en figura clave de USA Shito Kai y referente de un método que ya empiezan a observar otros coaches.
Graduada de la Florida International University en Economía y Ciencias Políticas, Shantal también obtuvo dos títulos técnicos con honores en 2023 en Broward College: uno en Contaduría y otro en Análisis de Datos. Esa mentalidad analítica la aplica a cada parte de su sistema: sesiones estructuradas, ciclos por niveles, retroalimentación continua, entrenamiento emocional.
“Una final no empieza cuando suena el ‘go’. Empieza cinco segundos antes del saludo, cuando estás solo contigo mismo y con lo que crees que puedes hacer”.
Shantal lo ha vivido. Ha ganado, ha perdido, ha sentido dudas, ha encontrado nuevas versiones de sí misma. Quizás por eso sus atletas confían tanto. Porque no les habla desde la perfección, sino desde la experiencia.
“Lo que más me llena es ver cómo se transforman”, dice. “Cuando empiezan, algunos solo repiten movimientos. Pero con el tiempo, ves cómo compiten con intención. Cómo respiran distinto. Cómo toman decisiones en el tatami. Ahí entiendo que todo esto vale la pena”.
Esa transformación, para ella, vale más que las medallas. Aunque, claro, el cuarto oro nacional tiene su peso.
“Me recuerda que el camino funciona. Que se puede competir sin dejar de formar. Que no hay que elegir entre uno u otro. Se puede ser ambos: atleta y sensei”.
Y ahora, además, ese oro la coloca en un nuevo escenario internacional: con esta victoria, Shantal ha clasificado directamente para representar a Estados Unidos en los Panamericanos de la WSKF (World Shito-Ryu Karate-Do Federation), que se celebrarán en Miami del 8 al 10 de noviembre de 2025.
No se proyecta en el retiro, ni está apurada por ganar más títulos. Le interesa más el legado. Que su método se expanda. Que otros atletas encuentren su estilo. Que más entrenadores se animen a enseñar desde la conciencia, no solo desde la corrección.
“Ganar es hermoso. Pero formar… eso es lo que me mueve”, dice. Y sonríe con la certeza de que su historia no está hecha de momentos aislados, sino de procesos. De personas. De silencios antes del saludo. Y de esa capacidad —tan poco ruidosa como poderosa— de inspirar sin necesidad de gritar.
bgpa