
Una transformación personal y colectiva, íntima y universal. Esta es la premisa de Cuando las nubes esconden la sombra (2024), el largometraje dirigido por José Luis Torres Leiva y protagonizado por María Alché, que llegó a la pantalla grande. Se trata de un film que sigue a una actriz en su viaje a Puerto Williams para protagonizar una película. Una tormenta no permite que el equipo llegue a tiempo, por lo que debe permanecer sola. Una historia de espera y un encuentro accidental entre María, la naturaleza más austral del continente y sus habitantes.
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La película propone un viaje físico e introspectivo, ¿qué elementos, propios y del entorno, motorizaron ambos viajes?
En principio, el lugar, la geografía, esa isla de Puerto Williams, que es el último lugar, realmente, del fin del mundo, más allá está la Antártida. La sensación física de llegar a un lugar tan lejano. Hicimos un viaje en barco desde Punta Arenas, que nos llevó más de dos días, y fue llegar a esos paisajes y a esa desolación, a ese silencio.
Después, había algo de José Luis Torres Leiva, el director, que venía atravesando un duelo. Entonces, veníamos hablando de eso, de las personas que se van a vivir a la isla por elección, para transitar momentos personales. Algo de eso invitaba a la introspección, al silencio, a la sensación física, a la duración de los días.
¿Qué preguntas te generó, y qué respuestas encontraste, al emprender este film?
Al emprender este viaje del film tenía muchas preguntas sobre cómo iba a ser el rodaje, porque había muchas notas y un esqueleto del guion, pero no estaban detalladas las escenas. Entonces, me daba mucha curiosidad cómo era eso, cómo íbamos a darnos cuándo ya habían sucedido las cosas que tenían que suceder.
Un poco la respuesta que encontré fue que el equipo que hizo la película es un equipo muy amigo de José Luis, vienen trabajando juntos hace muchos años. Entonces, este método de trabajo lo conocen, era una búsqueda colectiva que, por un lado, permitía altos niveles de vulnerabilidad en el rodaje, mucha sensibilidad y, también, algo muy hermoso, que era un interés colectivo por saber qué íbamos a hacer al otro día, por discutir la película, por pensarla. Algo muy hermoso que me llevé es la posibilidad de un rodaje pequeño donde hay mucho compromiso de todos con lo que se está haciendo.
Todo proyecto presenta desafíos, ¿cuáles fueron los principales retos que hallaste en “Cuando las nubes esconden la sombra”?
El principal fue ese: aceptar que José Luis hacía una sola toma de muchas cosas, no ensayaba, muchas veces no sabíamos qué iba a pasar en la escena, o cómo se iba a desarrollar exactamente. El desafío era desaprender un deseo de actuar y de querer hacer, en un sentido constructivo; era soltar, dejar, mirar, aprender a escuchar más y a estar ahí sin querer hacer demasiado.
Por último, respecto a la cámara, y tu vínculo con ella a lo largo del camino profesional, ¿de qué manera te ayuda u obstaculiza su presencia?
Tiene mucho que ver con quién opere la cámara, ¿no? Creo que la cámara es un actor más, alguien más que está ahí, y hay que integrarla de esa manera sensible. Lo que aprendí es cómo encontrar una complicidad con la cámara, con quien está haciendo ese trabajo, y con quien está delante de la lente. No puede ser un obstáculo porque la esencia de estar filmando es que haya una cámara.