
martes 22 de julio de 2025
Withdrawal (2025) nos sumerge en el desgarrador universo de las dependencias, presentando una historia que, lejos de idealizar, expone la lucha por la abstinencia con una honestidad brutal.
Cada secuencia está cuidadosamente hilada para construir una desgarradora historia de amor entre Viv (Millie Rose Evans) y Jay (Brent Michal), dos artistas amantes atrapados en un círculo vicioso de codependencia a la heroína. La trama, inspirada en la propia experiencia de Aaron Strand como exadicto, sigue a Viv y Jay en su desesperado intento por enfrentar la abstinencia durante una única y agónica noche. Es en estas secuencias donde la película no se guarda nada, mostrando el descenso al infierno de la pareja con una franqueza que puede resultar perturbadora, pero esencial para el calvario que se quiere expresar.
Pocas veces el cine se ha atrevido a retratar las trágicas consecuencias de los efectos de las drogas de una manera tan inmersiva. El espiral de emociones descontroladas, los miedos latentes y la abrumadora sensación de soledad que reina en las almas vulnerables se manifiestan con una autenticidad impactante. La película expresa como pocas ese universo perturbador desde la perspectiva de los adictos.
En medio de esa inestabilidad emocional, emerge el vínculo con el otro: una relación de contención y perdición con la misma fuerza, una energía negativa que sumerge a los individuos en su propia agonía. Withdrawal es también una historia de amor, pero no una de esperanza o redención, sino una que expone el drama sin salida de una relación tóxica.
Aaron Strand apela a un montaje que contribuye a la inmersión del espectador en la turbulencia emocional de los personajes. Imágenes en colores saturados y una cámara inestable en constante movimiento dan al filme una textura de realismo sucio, un estilo incómodo y frenético que captura de manera magistral las experiencias de vida de la pareja de adictos. El ritmo y la edición potencian la sensación de desesperación y la intensidad del drama que se desarrolla.
La influencia del cine de Paul Morrissey (Trash, 1970), bajo la factoría de Andy Warhol, es palpable, confiriéndole a Withdrawal una estética particular y una audacia que recuerda a los experimentos cinematográficos de la época. Sin embargo, también presenta claras reminiscencias a Requiem por un sueño (Requiem for a dream, 2000) de Darren Aronofsky, compartiendo esa capacidad de impactar al espectador con la crudeza de la adicción y sus devastadoras consecuencias.
Withdrawal es una película que logra un impacto inmenso. Es una historia de amor cruda y desgarradora que no solo expone la intimidad de la dependencia en el amor tóxico, sino que también refleja la epidemia de opioides en Estados Unidos con un notable equilibrio entre sentimiento, dolor y reflexión.