
sábado 14 de junio de 2025
En Mensaje en una botella (2025), Gabriel Nesci despliega una fábula disfrazada de comedia romántica y ciencia ficción ligera. Sin embargo, detrás de su superficie amable, esconde una radiografía desencantada sobre el deseo de corregir lo irreparable. El punto de partida es el descubrimiento de un sistema para enviarse mensajes al pasado, recurso que habilita a Denise —encarnada por Luisana Lopilato— a intervenir en momentos clave de su vida. Pero cada modificación desemboca en una alteración incontrolable, revelando que lo que se quiere corregir no siempre puede reescribirse sin consecuencias.
Lejos de una estructura clásica de redención, la película opta por un desarrollo circular e inestable, donde los ajustes temporales generan nuevas fisuras. No hay múltiples universos, sino una misma realidad que se quiebra con cada intento de mejora. La repetición funciona más como ruido que como evolución. Cada “solución” implica un nuevo problema, como si la vida misma respondiera con sarcasmo a los intentos de control.
Este juego con la estructura narrativa no apunta a complejizar el guion, sino a reforzar la imposibilidad de revertir lo que ya fue vivido. El pasado se presenta no como un terreno que puede ser domado, sino como un sistema que, al tocarse, se vuelve todavía más inestable.
La elección estética de Nesci no es gratuita. La inclusión de figuras como César “Banana” Pueyrredón, Osvaldo Laport o Gabriel Corrado, interpretándose a sí mismos, quiebra cualquier naturalismo y deposita a la protagonista en un territorio híbrido entre el absurdo y la cultura pop nostálgica. No es una sátira ni una parodia, sino una especie de terapia de shock audiovisual donde el espectador asiste a la descomposición afectiva de la protagonista entre hits retro, coreografías improbables y vínculos inestables.
El elenco, integrado por Benjamín Vicuña, Benjamín Amadeo, Valeria Lois, Luis Machín, Eduardo Blanco, Marina Bellati e Inés Estévez, se mantiene constante a lo largo de todas las líneas temporales. Sin embargo, sus relaciones con Denise se reconfiguran en cada versión, mostrando cómo una mínima decisión altera profundamente los vínculos, sin que nada garantice estabilidad emocional.
Gabriel Nesci, conocido por explorar lo cotidiano desde una óptica melancólica y lúdica, se permite en Mensaje en una botella dinamitar su propio estilo con una propuesta que se mueve entre la ciencia ficción emocional y el melodrama pop. Lejos de idealizar la posibilidad de cambiar el pasado, el film se pregunta qué ocurre cuando todo intento de mejora solo evidencia lo inestable de nuestras elecciones.
Más que una historia sobre viajes en el tiempo, Mensaje en una botella es una alegoría sobre la imposibilidad de volver a empezar, aunque se tengan las herramientas para hacerlo.