
La española La furgo (2025), dirigida por Eloy Calvo y basada en el cómic homónimo de Martín Tognola y Ramón Pardina, es una película que transita entre el drama social y la comedia agridulce, retratando con honestidad la precariedad de una generación atrapada entre sueños rotos y realidades incómodas. Protagonizada por Pol López en un papel que equilibra vulnerabilidad y humor defensivo, el film sigue a Ós, un hombre que, tras su divorcio, termina viviendo en una furgoneta mientras intenta mantener el vínculo con su hija.
A primera vista, podría parecer una historia más sobre la romantización de la vida nómada, pero La furgo evita caer en ese lugar común. La furgoneta no simboliza libertad, sino el último reducto de dignidad para alguien desplazado a los márgenes tras ser considerado prescindible por el sistema. A diferencia de Nomadland, que exploraba la soledad en los vastos paisajes estadounidenses, aquí el escenario es el asfalto urbano de Barcelona, donde la crisis habitacional y la economía de plataformas (con guiños a empresas como Rappi) configuran un entorno hostil.
El guion, fiel al espíritu del cómic original, combina realismo con momentos de fantasía animada que representan la imaginación de Ós como refugio. Estas secuencias, integradas con naturalidad, no solo añaden capas visuales, sino que subrayan un tema clave: la necesidad de inventar mundos alternativos para sobrevivir al presente. Sin embargo, la película por momentos pierde ritmo, con subtramas que quedan esbozadas y un final que, aunque emotivo, resulta funcional en un relato que apuesta por la crudeza.
Pol López lleva el peso narrativo con una interpretación contenida y matizada, evitando el melodrama para mostrar a un hombre que, pese a todo, se aferra al humor como escudo. Martina Lleida, en el rol de su hija, aporta una naturalidad verosímil, aunque su personaje funciona más como catalizador que como figura autónoma con decisión propia.
En lo técnico, la cinta opta por una estética sobria: luz natural, planos cerrados que acentúan la intimidad, y una banda sonora contenida que evita subrayar emociones. Es una elección coherente, aunque quizá demasiado segura, ya que una dirección más arriesgada podría haber profundizado en el impacto visual de la marginalidad urbana que representa.
La furgo no es una película redonda, pero sí necesaria. Habla de fracasos íntimos en un sistema que desecha a quienes no se adaptan, de padres que improvisan hogares sobre ruedas y de la resistencia cotidiana a través de pequeñas fantasías. Calvo logra algo valioso: contar una historia local —catalana, mediterránea— sin perder de vista su resonancia universal. No reinventa el cine social, pero lo humaniza con humor amargo y una honestidad que resiste, como su protagonista, con lo que tiene a mano.