
miércoles 18 de junio de 2025
Desde los primeros minutos, la puesta en escena de Exterminio: La evolución (28 Years Later, 2025) es una declaración de principios: los planos nerviosos, el montaje rabioso, los movimientos de cámara que desafían la comodidad visual. Danny Boyle y su director de fotografía, Anthony Dod Mantle, con quien ya había trabajado en la primera película de la saga, optan por una estética que parece diseñada para incomodar, para recordarnos que en este mundo no hay tiempo para contemplaciones. El estilo visual, heredero directo del caos sucio y angustiante de la primera entrega, se extrema aún más, convirtiendo cada persecución en una experiencia sensorial.
El guión de Alex Garland (Civil War, 2024), por su parte, parece oscilar entre dos extremos. Por momentos, se vuelve críptico y austero, dejando que el silencio y la crudeza de las imágenes hablen por sí solas. Pero en otros tramos, sobre todo cuando toca explicar ciertos detalles geográficos o lógicos (como el tema de las mareas o la aislación insular del nuevo escenario), cae en una sobre-explicación innecesaria, subrayando lo que el montaje o la puesta en escena ya habían transmitido con eficacia. Este ida y vuelta entre sus extremos genera cierta desconexión narrativa, acentuada por los saltos temporales abruptos que rompen la continuidad de la historia.
La historia retoma el mundo post-apocalíptico décadas después de la infección original, planteando una generación que nació dentro del desastre, que no recuerda cómo era el mundo «antes». Ahí surge uno de los elementos más interesantes del film: el choque generacional. Durante la trama hay varios momentos cómicos entre nuestro protagonista Spike (Alfie Williams) y Erik (Edvin Ryding), un soldado veterano que arrastra consigo su memoria del pasado. Estos intercambios funcionan como reflexión sutil sobre la imposibilidad de construir una identidad estable cuando tu único horizonte es el colapso.
El diseño de sonido es uno de los elementos que mejor sostienen la tensión constante. Hay un uso inteligente del audio ambiente que contribuye a esa sensación de que el peligro está siempre a medio metro, aunque no lo veas. Si algo heredó bien esta tercera entrega es el legado sensorial del primer film, ese que no te dejaba respirar tranquilo ni cuando no pasaba nada en pantalla.
Lo que sí puede discutirse —y probablemente divida aguas— es el nivel de accesibilidad que tiene la película para los nuevos espectadores. Es cierto que narra una historia con personajes nuevos y un contexto actualizado, pero está tan empapada del espíritu y el lenguaje de las entregas anteriores que cuesta imaginar a alguien totalmente ajeno al universo conectando con ella de manera profunda.
Exterminio: La evolución vuelve a reunir a Boyle y Garland en una criatura extraña, como infectada por su propio universo: salvaje, nerviosa, desprolija y visceral. Es una película que se siente filmada con fiebre, con urgencia, con una mezcla rara de lucidez y delirio. No va a conquistar a todos pero, quizás, ese nunca fue su objetivo.