
jueves 19 de junio de 2025
El año nuevo que nunca llegó (The New Year That Never Came, 2024) se desarrolla a lo largo de las 24 horas del 20 de diciembre de 1989 en Rumania, y retrata el calvario de un grupo de ciudadanos que se enfrentan a la debacle del sistema de gobierno de Nicolae Ceausescu.
La principal de las historias tiene a un grupo de directivos del canal de TV estatal editando el especial de navidad con mensaje del gobierno a la población. El problema es que la voz protagonista del programa es una actriz que acaba de escapar del país y no puede aparecer en pantalla. Los ejecutivos de la televisión rumana (TVR) obligan a los operarios que la reemplacen y la única opción que encuentran es una actriz de teatro que se niega por razones ideológicas.
En menores niveles aparece la historia surgida del cortometraje previo del realizador rumano Bogdan Muresanu: un niño de siete años, hijo de un empleado estatal, le pide a Papá Noel vía carta, que su padre desea “la muerte del tío Nic” como se denomina en aquellos años al dictador Nicolae Ceausescu. También está la madre de un agente de seguridad que se niega a mudarse de casa, y un adolescente, hijo de un directivo de TV, que trata junto a un amigo de escaparse del país.
El año nuevo que nunca llegó sigue la forma del cine rumano de principios de siglo: Cámara en mano inestable para generar la sensación de realismo sucio, movimiento de cámara siguiendo de cerca a los personajes en espacios cerrados, para acrecentar la claustrofobia, ausencia de música que eleve emocionalmente situaciones. Recursos que, años después, se han convertido en una marca de estilo difícil de sorprender como en sus orígenes.
La película ganadora de la sección Orizzonti del Festival de Venecia, funciona como retrato de época al igual que Bucarest 12:08 (Corneliu Porumboiu, 2006), mostrando la persecución política a disidentes, la censura y, sobre todo, el miedo de una población hipercontrolada que siente la presión estatal como un acoso constante y agobiante. Una especie de olla a presión que el Bolero de Ravel, que va entrando poco a poco en la película, terminará por desencantar en el desenlace.
Bogdan Muresanu hace una película ambiciosa en sus intenciones, que refuerza las experiencias y sentimientos de una época previa a la revolución que ocasionó la destitución y posterior ejecución de Ceausescu. El final de una era que toma fuerza en las evidentes imágenes de archivo recuperadas para el final del film.