
domingo 22 de junio de 2025
En un ecosistema saturado de realities y ficciones queer estereotipadas, Alphabet Soup (2025) escapa al encuadre de lo espectacular. No hay desafíos ni competencia, tampoco un arco dramático pautado por guionistas. Lo que hay es exposición sin maquillaje, cámara que observa sin juicio, cuerpos que narran con el peso de la historia y el deseo de lo posible.
El proyecto dirigido por Shannon Alexander emerge como un contra-discurso audiovisual. A través de seis episodios, la serie se aleja del entretenimiento centrado en la identidad como fetiche para detenerse en el proceso de reconocimiento mutuo: cómo se construyen los vínculos afectivos dentro de comunidades LGBTIQ+, atravesadas por la intersección entre raza, género y clase.
La docuserie no intenta enseñar ni conmover, simplemente muestra. La ausencia de espectáculo es aquí una decisión ideológica. Cada episodio funciona como una conversación expandida donde se cruzan autoestima, vulnerabilidad, memoria corporal, moda como expresión política y el acto radical de nombrarse. Esa insistencia en la palabra, en el gesto y en el movimiento es también una forma de reinscribir los cuerpos queer en el archivo audiovisual contemporáneo.
Alexander evita la estetización vacía y construye un lenguaje visual que combina la intimidad del vérité con una estética atenta a los detalles que marcan la diferencia entre una pose y una verdad. No es casual que el realizador tiene una trayectoria ligada a proyectos donde la mirada queer no es tema sino forma.
En la era del content marketing audiovisual, donde cada serie está diseñada para encajar en un nicho de mercado, Alphabet Soup opera como una verdad incómoda donde la visibilidad, por sí sola, no alcanza si no va acompañada de narrativas que incomoden, desestabilicen y resistan.