
miércoles 09 de julio de 2025
Yenia Dumnova (1921–2000) vivió entre exilios, escenarios y conspiraciones. Nacida cerca de Moscú, su unión con un diplomático uruguayo la llevó a dejar la Unión Soviética en un gesto que incomodó a la ortodoxia burocrática. En Montevideo fue escenógrafa, docente, activista y figura clave en la cultura y la izquierda uruguaya del siglo XX. Su vida, tan libre como intensa, terminó con un acto final de amor absoluto.
Un mundo recobrado (2024) se despliega como una cartografía íntima donde el lenguaje documental se vuelve un vehículo sensible para explorar la memoria, el desarraigo y las formas en que las experiencias individuales dialogan, tensionan y completan los grandes relatos históricos. En ese trayecto, la figura de Yenia emerge como un eje desde el cual se articulan el compromiso ético, la sensibilidad política y una vocación artística profundamente transformadora. Es a la vez espejo y huella, punto de anclaje desde donde la directora comienza a reconstruir su propia identidad.
Movida por la necesidad de entender cómo el pasado incide en el presente, Laura Bondarevsky transforma esa inquietud en motor narrativo y activa un dispositivo cinematográfico que funciona como una máquina del tiempo. Guiada por la voz en off de Laura Paredes, entrelaza entrevistas, material de archivo, animaciones y recreaciones ficcionales para completar las zonas borrosas de una historia que no siempre tuvo imágenes y que, por lo tanto, exige ser imaginada. Esa operación narrativa —que inventa cuando no puede documentar— no solo expone los límites de lo real y lo representado, sino que consolida al film como un ensayo de reconstrucción que desconfía de las verdades fijas y apuesta por la potencia interpretativa del relato.
El retrato de Dumnova se configura a través de una mirada coral que convoca las voces de amistades, colegas, actrices que la encarnan y los espacios que habitó. Así se construye una figura expandida que desborda el molde biográfico para convertirse en símbolo de resistencia, creación y pensamiento libre. En lugar de fijar una imagen definitiva, el documental elige una narración polifónica que acoge contradicciones y matices, y que, desde la singularidad de esa vida, abre caminos para pensar lo colectivo.
En un presente atravesado por la aceleración, la fragilidad de los vínculos con la historia y el vaciamiento simbólico del discurso público, la operación de recobrar adquiere un valor político concreto. Ese gesto se expresa en el acto de nombrar lo silenciado, recuperar lo marginal y otorgar cuerpo a lo que fue invisibilizado. No solo se trata de disputar el sentido del tiempo, sino también de intervenir activamente en el presente. Desde esa perspectiva, Bondarevsky ensaya una mirada que, nacida de lo íntimo, se proyecta hacia lo colectivo y encuentra en las imágenes, las voces y los relatos no solo una forma de comprender el mundo sino, también, la posibilidad de imaginarlo distinto.