
miércoles 02 de julio de 2025
Jefes de Estado (Heads of State, 2025) imagina a Will Derringer, un presidente de Estados Unidos surgido de Hollywood, carismático y altanero, interpretado por John Cena. Se trata de un político mediático que, hace algunos años, habría generado desconfianza, pero que hoy podría representar una solución agradable frente a la realidad.
Como en toda comedia de pareja dispareja —el término buddy movie se utiliza para describir películas de dúos, especialmente policías—, el presidente estadounidense encuentra su contracara en Sam Clarke, el primer ministro británico interpretado por Idris Elba. Clarke es formal, parco y mantiene una relación tensa con su par americano.
La trama los obliga a unir fuerzas para enfrentar a un enemigo externo que los servicios secretos de ambos países no pueden detener. La ironía radica en que ellos mismos deben salir de la comodidad de sus despachos y convertirse en los hombres de acción que sólo simulan frente a las cámaras. Para lograrlo, contarán con la ayuda de la agente del MI6 Noel Bisset (Priyanka Chopra Jonas).
La película funciona muy bien gracias al carisma de John Cena, siempre dispuesto a reírse de sí mismo con frases elocuentes y poniendo su cuerpo al servicio del relato. El contraste de caracteres con Idris Elba fluye naturalmente, como en cualquier buddy movie de acción popularizada en los años ochenta y noventa: un personaje que rompe las formas y otro que busca conservarlas; uno verborrágico y otro parco; uno impulsivo y otro reflexivo. Ambos actores ya compartieron elenco en El escuadrón suicida (The Suicide Squad, 2021) de James Gunn.
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Jefes de Estado es una superproducción dirigida por Ilya Naishuller (Hardcore Henry: Misión extrema, Nadie/Nobody), con un gran despliegue escénico en secuencias de disparos, golpes y persecuciones. No escatima en explosiones ni en monumentales puestas en escena rodadas en varios países. Todo está en función del más puro entretenimiento, y la aventura se impone por sobre cualquier crítica política que pueda deslizarse.
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Dicho esto, lo mejor de la película es haber puesto de protagonistas a los mandatarios de dos potencias para mostrar, con humor, sus vulnerabilidades y debilidades fuera de los medios. Son personajes que dejan mucho que desear y deben arremangarse y bajar al terreno de la realidad. Fuera de eso, es una película convencional que arranca un par de sonrisas y ofrece un rato ameno. Y nada más.