
Hombre con H (Homem com H, 2025) recorre la vida de Ney Matogrosso sin seguir una línea temporal convencional. Lo que se despliega no es una biografía ordenada, sino una serie de fragmentos que combinan recuerdos, escenas de recitales y momentos íntimos, en los que el artista brasileño se mueve en tensión permanente con las normas sociales, culturales y políticas que intentaron contenerlo.
Desde el inicio, el relato establece una conexión directa entre la infancia y la censura. La figura de Ney emerge como resultado de un entorno familiar opresivo y de un país gobernado por el control estatal. La represión, sin embargo, no se limita a lo institucional. También se manifiesta en lo cotidiano, en los vínculos, en la educación. En ese contexto, la fuga hacia el arte no es una elección, sino una forma de supervivencia.
La interpretación de Jesuíta Barbosa no se apoya en la imitación. Su construcción es física, expresiva, gestual. El cuerpo reemplaza al discurso. Los movimientos, los silencios y las miradas componen un lenguaje propio que escapa de toda traducción literal. En ese sentido, el maquillaje, el vestuario y la puesta escénica no decoran, sino que actúan como marcas de una identidad que se afirma en la diferencia.
Esmir Filho parte de esa corporalidad para estructurar el relato. La cámara se acerca, observa, acompaña. La alternancia entre ficción y performance habilita una zona intermedia en la que lo biográfico se funde con lo escénico. Lo que se cuenta no responde a una cronología de hechos, sino a un mapa de emociones y gestos que configuran una subjetividad en construcción.
En la segunda mitad, la película incorpora escenas sexuales extendidas que interrumpen la progresión narrativa. La cámara ya no sigue al personaje; lo contempla. El sexo deja de ser gesto político y pasa a ocupar un lugar central sin aportar nuevos elementos a la evolución del relato. La insistencia en esa visualidad erosiona el conflicto dramático y desplaza el eje de sentido.
Ese giro modifica el tono. Lo que en un comienzo funcionaba como intervención se transforma en exposición. El cuerpo persiste como núcleo, pero cambia de función: ya no es resistencia ni declaración, sino objeto de contemplación.
La música ordena el tránsito entre escenas. Desde la etapa con Secos y Molhados hasta la carrera solista, las canciones no aparecen como hitos de una discografía, sino como acciones que intervienen en el espacio y en el tiempo. “O Vira” y “Sangue Latino” no ilustran. Actúan. Construyen.
Cuando la película parece acercarse al final, irrumpe el verdadero Ney. Su presencia no representa un cierre. Desacomoda. Con su cuerpo actual, con su voz, con su mirada, introduce una nueva dimensión. La ficción cede lugar al presente. La actuación a la persistencia. Ya no se trata de recordar, sino de estar.
Porque Hombre con H no busca clausurar una historia, sino desplegar una figura. Y lo hace desde un lugar que no responde a la lógica del archivo ni del homenaje, sino desde la experiencia de un cuerpo que, a lo largo del tiempo, hizo del escenario un espacio para existir sin permiso.