
sábado 12 de julio de 2025
Esas que no construye un dispositivo escénico que opera en múltiples niveles narrativos. La trama se despliega desde el presente de dos actrices que interpretan a dos hermanas en los años treinta, quienes, a su vez, intentan vender un guion basado en su propia historia. Ese juego de espejos, en el que la ficción reproduce capas de una memoria heredada, habilita una reflexión sobre la representación femenina en el espectáculo, sus omisiones y los modos en que se transmite el deseo de permanecer.
Betti y Nelli encarnan ese anhelo. Como actrices figurantes, buscan insertarse en el mundo artístico de la Buenos Aires de 1937, un escenario cuyas reglas no fueron escritas para ellas. El guion que redactan y esperan filmar con SonoFilm no es solo una herramienta de supervivencia: también es un acto de resistencia frente a un sistema que excluye. Escrita por Brenda Bonotto e interpretada junto a Sol Montero, la obra dirigida por Antonela Scattolini Rossi condensa esa tensión entre creación y exclusión, deseo y estructura.
La puesta en escena recurre a lenguajes populares como el vaudeville, el sainete y el musical tanguero. No se trata únicamente de una elección estética, sino de una apropiación de códigos culturales que escapan al archivo oficial. Lo que emerge, entonces, es un homenaje desplazado: no al reconocimiento consagrado, sino a quienes quedaron al margen. En ese sentido, Nelli, obsesionada por dejar una huella en el cine, simboliza el deseo de trascender en un territorio que jerarquiza y olvida según sus propias lógicas.
La historia también incluye un fuera de campo cargado de significado. La madre, inmovilizada tras un derrame, nunca aparece físicamente, pero su ausencia afecta todo lo que se dice y lo que se calla. Esa figura materna, que oscila entre lo biográfico y lo alegórico, condensa una memoria ancestral: los cuidados no registrados, la herencia sin palabras, el sostén invisible.
Lejos de agotarse en una cita formal, la estructura en forma de muñecas rusas funciona como estrategia para evidenciar cómo el relato del arte ha silenciado ciertas voces. En lugar de una narrativa lineal, la obra propone una superposición de planos que visibiliza el mecanismo mediante el cual algunas historias se vuelven invisibles.
Esas que no plantea, así, una pregunta que trasciende su contexto: ¿quiénes escriben la historia del arte? ¿Qué relatos perduran y cuáles se disuelven sin dejar huella? En el intento de dos mujeres por dejar testimonio, se despliega un llamado a revisar la memoria cultural desde sus márgenes.