
En un panorama cinematográfico dominado por grandes estudios, superproducciones y efectos especiales, una comedia italiana de bajo presupuesto ha logrado algo que ninguna producción de Hollywood ha conseguido: romper un récord Guinness con una historia íntima, directa y universal. Se trata de Perfectos desconocidos, dirigida por Paolo Genovese y estrenada en 2016, que hoy ostenta el título de la película más versionada del mundo.
La premisa es tan sencilla como brillante: siete amigos se reúnen a cenar y deciden jugar a un juego aparentemente inofensivo. Todos deben dejar sus teléfonos sobre la mesa y compartir cada mensaje, llamada o notificación que reciban durante la velada. Lo que empieza con risas y complicidad, pronto se convierte en un festival de secretos, revelaciones y tensiones que pondrán en jaque sus relaciones más cercanas.
La fuerza de Perfectos desconocidos no reside en su despliegue técnico, sino en su guion afilado y en una idea que, en plena era digital, resulta tan cotidiana como aterradora. El teléfono móvil, ese dispositivo que llevamos siempre encima, se convierte en una caja de Pandora que nadie quiere abrir.
Con más de 20 remakes oficiales en todo el mundo, desde España y México hasta Corea del Sur, India, Grecia y China, esta película se ha convertido en un fenómeno global. La versión española, dirigida por Álex de la Iglesia, destacó por su tono más histriónico, mientras que la mexicana optó por un enfoque más dramático. Sin embargo, todas las versiones han mantenido prácticamente intacto el guion original, demostrando que la idea trasciende idiomas y culturas.
Lo curioso es que, pese a su enorme éxito internacional, Perfectos desconocidos no ha sido adaptada en dos de los mercados cinematográficos más influyentes: Estados Unidos y Reino Unido. Hollywood, por alguna razón, ha pasado de largo ante esta mina de oro narrativa, quizás por lo incómoda que resulta su propuesta en una sociedad tan expuesta a la vigilancia digital.
Uno de los factores clave de su éxito es su estructura casi teatral. La historia transcurre en un único escenario, con un grupo reducido de personajes, lo que la hace ideal para producciones de bajo coste pero con gran intensidad actoral. No se necesitan efectos especiales cuando lo que está en juego es la intimidad de cada personaje.
Perfectos desconocidos nos invita a una reflexión incómoda: ¿nos animaríamos a jugar ese mismo juego en nuestra propia mesa? La película no solo entretiene, también inquieta, exponiendo lo mucho que ocultamos detrás de una pantalla. Una cena, siete personas y un teléfono móvil bastaron para conquistar el mundo… y dejar a Hollywood en fuera de juego. @mundiario