
miércoles 16 de julio de 2025
Tony, Shelly y la Linterna Mágica (Tonda, Slávka a kouzelné svetlo, 2024) narra la historia de Tony, un niño de once años con una característica muy especial: brilla. Sus padres intentan mantenerlo recluido en casa para protegerlo del mundo exterior. Sin embargo, poco antes de Navidad, una niña peculiar llamada Shelly se muda a su edificio y revoluciona su vida.
Por primera vez, Tony encuentra una verdadera amiga. Le presenta a Shelly su mundo de fantasía dentro de un búnker hecho de almohadas, y ella le muestra su tesoro más preciado: una linterna mágica. Con su luz, crean imágenes y mundos extraordinarios que solo ellos pueden ver. Juntos emprenden una emocionante aventura para descubrir el origen de unos misteriosos mechones de oscuridad que están absorbiendo la luz del sol en su hogar.
El concepto inicial de la película se centra en una problemática común: sentirse diferente y no encajar en el entorno. Así, el film pone en primer plano a dos niños muy peculiares y fantasiosos que sobresalen del resto, especialmente Tony, cuya diferencia radica en el brillo de su piel y en una personalidad apagada, resultado de un entorno solitario, el acoso escolar y unos padres sobreprotectores que lo asfixian y privan de su libertad por considerarlo «demasiado distinto», como si eso fuera algo peligroso o negativo.
Por su parte, Shelly —la nueva vecina— logra conectar con Tony rápidamente. Es una niña que arrastra el peso de la depresión de su madre, lo que ha provocado constantes mudanzas y una vida inestable. Su única distracción es una linterna mágica que le permite crear mundos idílicos y creativos, una vía de escape de la dura realidad que la rodea.
Aunque el film sugiere brevemente la presencia de un villano tradicional, finalmente el principal antagonista de esta fábula es la oscuridad, tanto literal como metafórica, y las malas energías que emanan de ciertos entornos marcados por la amargura y la incomprensión.
Estas temáticas se plasman en pantalla mediante una narrativa pausada, con un ritmo propio del cine de festivales y un tono más independiente. Se apuesta por un enfoque profundo y humano, dirigido a un público adulto, con matices emotivos pero sin caer en lo lacrimógeno. No obstante, a pesar de contar con una buena premisa y personajes entrañables con los que es fácil empatizar, el guión presenta ciertos desequilibrios. Da la sensación de que la historia solo desarrolla plenamente el primer y el tercer acto, dejando el segundo acto —el nudo— poco desarrollado. Esto genera una resolución apresurada, con decisiones algo desconcertantes hacia el final, y sin el tiempo suficiente para que el mensaje final quede bien asentado.
Tony, Shelly y la Linterna Mágica es una película con una animación muy bella que reivindica la técnica más clásica y artesanal del stop motion. Transmite valores valiosos sobre la amistad y la importancia de ser diferente, lo cual resulta especialmente pertinente en los tiempos que corren. Sin embargo, no logra ser del todo redonda debido a un guión algo inestable, que carece de un desarrollo sólido y una conclusión completamente satisfactoria.