En una escena suspendida entre la historia y la ficción, Tato Bores y Enrique Pinti se encuentran en el limbo. Allí deben justificar, para ingresar al paraíso, el valor de un género muchas veces relegado, que dejó una marca en la cultura popular. Así se inicia La Revista del Cervantes, una puesta que entrelaza comedia, archivo y mirada contemporánea para repensar el lugar de la revista porteña en el teatro argentino.
Con dirección de Pablo Maritano, música en vivo bajo la batuta de Fernando Albinarrate, coreografía de Andrea Servera y dramaturgia compartida por Alfredo Allende, Sebastián Borensztein, Juan Francisco Dasso, Marcela Guerty y Juanse Rausch, el montaje se convierte en una puesta en escena del archivo vivo. El humor de Bores y Pinti no solo se reactiva, también se resignifica.
La mediación entre el limbo y el paraíso recae en una figura angelical interpretada por Mónica Antonópulos, que observa con distancia y atención mientras se despliega un recorrido por décadas de sátira, música y crítica. Su presencia articula el tránsito entre tiempos, sosteniendo el relato sin interrupciones.
En paralelo, los cuerpos de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea materializan el ritmo, la pluma y el exceso, en una coreografía que convierte el entretenimiento en gesto crítico. La revista no se recuerda: se actualiza.
Uno de los pilares del espectáculo es la recuperación material del repertorio revisteril. Desde el archivo del propio teatro se extrajeron partituras originales, vestuarios históricos y escenas rescatadas de obras emblemáticas como La gran revista nacional (1916), La revista de la risa (1934) o ¡Que siga el corso! (1924). Cada número musical se presenta como una cápsula que activa sentidos, estéticas y sentidos políticos.
A estos se suman composiciones originales escritas para la obra, como «Bienvenidos/as argentinos», de Emiliano Dionisi y Martín Rodríguez, que no imitan el tono de época sino que lo comentan y lo hibridan con la mirada actual.
Más allá del rescate estético, el eje del espectáculo es político: ¿por qué un género tan presente en la memoria afectiva colectiva fue marginado del canon? En escena, Marco Antonio Caponi y Sebastián Suñé no imitan a Bores y Pinti, los reconstruyen desde sus códigos. El primero acierta con la cadencia y el ritmo del monólogo televisivo; el segundo canaliza la verborragia filosa del teatro político. La identificación es emocional, pero el gesto es conceptual.
El dispositivo se completa con Alejandra Radano y Carlos Casella, que interpretan las máscaras de la Tragedia y la Comedia que decoran la arquitectura del Cervantes. Desde ese lugar, representan la resistencia simbólica del teatro “alto” frente al “bajo”, el temor a lo popular, la tensión entre lo culto y lo masivo.
En paralelo, el trabajo actoral amplifica la dimensión crítica del espectáculo. Iride Mockert encarna una galería de personajes femeninos —La Argentina, Vaselina, la cocainómana— que operan como condensaciones de estereotipos construidos y reproducidos por la revista, pero también como intervenciones que los ponen en tensión desde el presente. A su alrededor, Javier Marra, Fabián Minelli, Fran Andrade, Jerónimo Giocondo Bosia, Romina Groppo, Jessica Abouchain y María Rojí despliegan una versatilidad que va del grotesco al lirismo, transitan múltiples registros y cuerpos, y multiplican voces y acentos sin perder organicidad. No hay jerarquías entre lo alto y lo bajo: el elenco funciona como un cuerpo escénico colectivo que interroga las formas de representación.
La Revista del Cervantes no clausura ni consagra un género extinto. Lo que articula es una relectura escénica que, desde el presente, reactiva aquello que durante décadas fue relegado a los márgenes. No se trata de legitimar la cultura popular frente al canon, sino de revisar qué se entiende por legado teatral y desde dónde se construyen sus relatos.
Desde el limbo, Bores y Pinti no solo piden entrar al cielo. También nos invitan a abrir los ojos, afinar el oído y aceptar que el teatro argentino no se entiende sin sus escaleras con plumas, sus monólogos ácidos y sus tangos cómicos. La revista fue espejo de su tiempo. Hoy, puede ser también reflejo del nuestro.