domingo 20 de julio de 2025
El cineasta mexicano Santiago Mohar Volkow regresa con Buen Salvaje (2025), una comedia negra que evita las risas fáciles y opta por el humor incómodo como herramienta para desnudar estereotipos entre México y Estados Unidos. La historia sigue a Jesse y Maggie (Andrew Leland Rogers y Naian González Norvind), una pareja de artistas estadounidenses que llega a un pueblo mexicano en busca de inspiración, pero termina enfrentando un entorno que poco tiene que ver con sus idealizaciones de postal.
Lo que comienza como un retiro artístico deriva en una serie de malentendidos grotescos, narcotráfico y choques culturales. La película apunta tanto a la mirada colonial de los visitantes como a las representaciones autocomplacientes locales. Escenas como la del «narcodocumental» improvisado por Jesse o las aspiraciones literarias de Maggie funcionan como espejos deformantes que cuestionan las narrativas dominantes de ambos lados de la frontera.
Aunque el humor de Buen Salvaje se arriesga al ridículo, no siempre aterriza con precisión. La película oscila entre momentos agudos y otros más reiterativos, como si dudara entre consolidarse como sátira o inclinarse por una farsa hiperbólica. Este vaivén afecta el ritmo del relato, en especial hacia su segunda mitad, donde el guion —coescrito por Rogers y Mohar— comienza a girar sobre sus propios recursos.
El sello estético recuerda por momentos al cine de Wes Anderson, con encuadres simétricos, colores saturados y personajes extravagantes. Sin embargo, Buen Salvaje se desmarca de la mera imitación mediante recursos propios: formato 4:3, efectos de video analógico, estructura fragmentada en capítulos y una atmósfera de encierro que remite a su contexto de producción pandémico. Estos elementos le otorgan una textura visual distintiva y refuerzan su carácter experimental.
Las actuaciones refuerzan la propuesta. Manuel García Rulfo destaca como un estafador local, mientras Dario Yazbek Bernal compone a un narcotraficante con aires teatrales. Ambos aportan matices a una película que prefiere satirizar a sus personajes antes que explorarlos en profundidad.
La gentrificación, la violencia y la apropiación cultural son ejes presentes, aunque tratados con una liviandad que por momentos reduce su potencia crítica. Más interesada en incomodar que en explicar, Buen Salvaje se afirma como una provocación antes que como una comedia tradicional. No busca gustar ni complacer, sino confrontar.
Lejos de las fórmulas del cine mexicano contemporáneo, la película de Mohar Volkow asume riesgos y propone una mirada incómoda sobre los vínculos norte-sur, sin escatimar en ironía. Puede no alcanzar siempre sus objetivos, pero su apuesta por desestabilizar narrativas establecidas la convierte en una obra relevante en el panorama actual.